Tuvo mil amantes (probablemente nos quedemos cortos), pero un gran amor verdadero: Mary Austin.
Y sí, no hablamos ni más ni menos que de Freddy Mercury.
Muchos se sorprendieron al conocer esta historia de amor que comenzó cuando él tenía 24 años y ella, 19; y que continuó -pese a ya no ser pareja- hasta la muerte de Freddie.
«(A Mary) la conocí en un recital y como era tímido no me animaba a acercarme a ella. Salimos un par de veces, pero ella también era tímida así que nos despedíamos con un beso en la mejilla y nada más. Freddie me dijo que le gustaba, así que decidí presentarlos. Creo que lo de ellos fue un amor verdadero», reveló el guitarrista Brian May en el documental Days of our lives.
Aunque en el filme se cuenta otra historia sobre cómo se conocieron Freddie y Mary, hija de una familia humilde del sur de Londres. Se relata que ella lo conoció el mismo día que descubrió a la banda, le dijo que le gustaba su campera y luego él la va a buscar al local de ropa donde trabajaba como vendedora, para invitarla a salir.
Lo cierto es que el amor de Freddie por ella fue tal que le compuso -durante 1974 y 1975- una de sus canciones más hermosas, como Love of my life. Y además le llegó a proponer casamiento. «Me quedé impactada. Simplemente no era lo que esperaba. Solo susurré, ‘Sí. Voy a…», recordó Mary. La boda, sin embargo, nunca se concretó.
Freddie le confesó que era bisexual, una condición que le había tomado tiempo descubrir. A lo que Mary le respondió: «No Freddie, no creo que seas bisexual. Creo que eres gay».
A partir de ahí no siguieron más como pareja, pero la relación de ambos continuó siendo muy cercana.
Mary acompañó a Freddie hasta el día de su muerte, a causa de una neumonía bronquial relacionada con su enfermedad en 1991. En su testamento, que se haría público un año después, se conoció que el líder de Queen le dejó su mansión de Garden Lodge, valorada en 22,5 millones de euros de la época, y la mitad de su fortuna, sumando a futuras ganancias por derechos de autor. Dejando en claro así el agradecimiento y devoción que aún sentía por el amor de su vida.
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